La historia de la humanidad está plagada de la influencia maniquea de lucha del bien sobre el mal, y es basado en este mito, creado por la cultura occidental, sustentada en códigos éticos creados por la misma, que han marcaron el territorio entre lo bueno y lo malo. En relación a esta distinción, y dando valoración a los hechos según la conveniencia del poder, que no por casualidad está representado por los mismos que han programado la película, son juzgados los hechos políticos.
Así podemos ejemplarizar muchos pasajes de la historia, pero es intención, ahora, tratar sobre un particular del que todos parecen estar de acuerdo sobre de que lado está el bien y de que lado está el mal. Antes resaltemos que una cultura construida sobre la hipocresía es la mejor garantía para que, en masa, las sociedades caminen ciegas sobre los peligrosos caminos del prejucio que se presenta como la mejor arma para negar la realidad que desnuda las taras sociales.
La historia de América Latina está construidad sobre la violencia aplicada por quienes se han sentido los dueños del destino de los pueblos, por la violencia de la imposición de valores que tenían ancladas verdades indiscutibles como por ejemplo la visión religiosa de una divinidad que justifica la desgracia de quienes no creen en sus supuestos; o la proclamada indiscutible superioridad de unas clases sociales sobre otras, que al fin y al cabo ha sido la piedra angular sobre la que se han construido las "democracias" de papel en los países de la subregión.
En esta misma onda se inscriben los jucios contra los movimientos políticos-militares que oponen al poder su convicción en la lucha armada como método de lograr la implantación de un modelo diferente de construir la democracia. Y es que los señores jueces del bien y del mal jamás van llegar a ver que el accionar de estos movimientos son la consecuencia y no el motivo de la violencia que producen sus acciones. Es tal la ceguera de los grupos de poder y de un gran porcentaje de la población que únicamente miran hacia una sola dirección, y es la dirección en la que se muestra un horizonte en que los hechos son invisibilizados para que en su lugar se muestren los imaginarios de lo bueno y la malo pesado en la balanza del poder.
Ahora, en Ecuador, todos los sujetos políticos se "curan en sano" tratando de negar cualquier relación con las FARC, y es que aunque les cueste reconocer este "diablo" hace rato que es un factor influyente en los ámbitos de la política internacional de algunos países de A. Latina, incluso, sin querer, tienen que, casi todos los días, sopesar las consecuencias de negar la existencia real de estos "terroristas, narcotraficantes, bandidos, antisociales" que son parte del juego de ajedréz, en un tablero en que para muchos ellos representan el mal, pero para otros simplemente son una expresión política real, que día a día nos recuerda que la pobreza y la injusticia implantadas por los "buenos" tienen repuestas extremas, como sus ambiciones.
sábado, 12 de diciembre de 2009
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