
Es lamentable reconocer la debilidad de los movimientos sociales y de las organizaciones populares, así como la nula existencia de un partido comunista que articule las fuerzas revolucionarias. Esto no contradice la histórica tradición de lucha del pueblo ecuatoriano que ha escrito páginas gloriosas de resistencia contra el sistema.
Desde la resistencia anti-colonial, pasando por los primeros años de la reública, hasta las convulsionadas décadas del siglo XX; los revolucionarios han mantenido, sin tregua, el enfrentamiento contra las clases dominantes y sus gobiernos representantes de sus intereses. En esta larga trayectoria la organización popular ha demostrado asumir el papel de vanguardia en la histórica construcción de la sociedad de justicia y libertad.
Sin embargo el trabajo de la reacción ha logrado por medio de la represión y del trabajo ideológico, debilitar a las fuerzas revolucionarias hasta reducirlas a grupos que actúan aislados, sin conexión, y que limitan su trabajo y actividad a mantener a flote sus estructuras y a defender causas puntuales de interés particular del gremio que defienden. No han tenido la capacidad de articular sus acciones al proyecto de la revolución social en el Ecuador, no han sido capaces de construir las bases, entendido esto como lograr masas con alta conciencia política, masas educadas en la teoría, en la práctica de la revolución social.
Estas limitaciones pasan la factura, es el precio que estamos pagando cuando en una coyuntura favorable al crecimiento de las organizaciones en medio de un gobierno identificado, aunque sea de forma, con los postulados progresistas de izquierda, no hemos podido consolidar el trabajo en los colectivos, en los barrios, entre los estudiantes, entre los obreros, en la juventud y demás estamentos populares que actualmente aparecen ajenos al proceso que se vive en el país.
Con las excepciones del caso, como por ejemplo la lucha de organizaciones que hacen un trabajo clandestino, de formación de cuadros, de construcción de estructuras revolucionarias; las demás organizaciones incluidos los indígenas, los obreros, los partidos y movimientos de izquierda, desarrollan una pobre actividad, en la que el común denominador es mantener a las bases como simples masas que actúan en momentos específicos, como por ejemplo cuando de una marcha se trata. Es evidente en estas concentraciones la expresión casi ajena de los convocados que parecen simples concurrentes, sin convicción, sin consignas elaboradas, sin fuerza en sus gritos; mientras los dirigentes no llegan a conmover a las masas con discursos vacíos y sin fuerza que completa un pobre cuadro de una expresión política descolorida.
¿Qué pasa entonces con las bases de la izquierda?...¿Dónde están los revolucionarios?.. parece ser que los procesos del llamado "socialismo democrático" el mejor trabajo que han hecho es desmovilizar al pueblo y con esto retardar el proceso de la revolución social.
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