Pasa el tiempo y se hace cada vez más evidente la naturaleza contrarevolucionaria del proceso político en el Ecuador. Motivos y causas abundan, se multiplican, son materia de noticia, de pretexto de los grandes medios para justificar su razón de ser, es como si la realidad manifestada, reproducida por los medios de comunicación, fuera parte de un relato al más puro estilo macondiano del "Gabo", pues mientras se mantienen las estructuras del sistema, los medios, los voceros de las instituciones públicas, líderes de opinión, periodistas, políticos...etc, hacen, como arte prestidigitador, que la realidad adquiera visos fantásticos; así un acontecimiento social tiene la capacidad de representar su fenómeno opuesto, es decir dejar de ser tal para mostrarse completamente contrario a su naturaleza. Algo de esto es lo que pasa con la burguesía nacional y su delfín, la pequeña burguesía.
La burguesía ecuatoriana, esa burguesía responsable de la existencia de un sistema de valores políticos, sociales, culturales que dan forma a nuestra realidad viciada de contradicciones; la misma que ha servido de puente para que intereses foráneos sean los que decidan sobre nuestro destino como sociedad; esa burguesía encargada del sucio trabajo de mantener escondida las causas verdaderas de la crisis, es además la que tiene la capacidad de aparecer, gracias a su brazo político, como un sector identificado con los problemas de las masas trabajadoras, asalariadas, desempleadas, sub-empleadas, de los sectores pobres del campo y la ciudad. Este papel lo cumple desde siempre; es, ha sido y será, su estrategia para mantenerse en las instancias de poder dentro de la sociedad. Esta burguesía, que suma a sus prácticas antidemocráticas, la de no tener siquiera identidad propia, peor aún independencia del poder extranjero, de que es apenas una apéndice; es decir es una hermana menor de una burguesía transnacional encargada del control de sus acciones.
Por su naturaleza, en la que interactúan las particularidades anotadas, además de otras de diverso cuño, pero que en el fondo hacen compacto su carácter antidemocrático, nuestra burguesía nacional necesita mostrar diferentes rostros, de acuerdo a las condiciones, en las que siempre son protagonistas sus intereses, pues no hay nada más de por medio en una situación, que la defensa a ultranza de sus mezquinos intereses; ese es quizá el mayor síntoma de su naturaleza irracional; esta capacidad de mentira y manipulación lo realiza utilizando medios y métodos sobrecargados de simbolismo promocionados por los medios multiplicadores de sus irracionalidades, que aparecen a los ojos de sus víctimas como modelos de buen vivir.
Revestida entonces de esta parafernalia, la burguesía nacional aparece frente a sus enemigos de clase, a sus enemigos no declarados, es decir a esas masas proletarias sin conciencia de clase, frente a ellas aparece invisibilizada, aparece como simple modelo a imitar, pues se muestra como la panacea del triunfo personalizado en la sociedad regida por sus principios (anti-principios).
Para complementar esta visión que desnuda a la burguesía nacional, es inevitable señalar sus ramificaciones, y una de ellas es su hija menor y consentida, llamada no por coincidencia, pequeña burguesía, la aprendiz de su mayor, la que le sigue los pasos, la que recrea sus prácticas políticas, sociales, culturales; la misma que, a pesar de su discurso de compromiso contra la pobreza y el desarrollo de un mal llamado "Estado de bienestar", reproduce el modelo, continúa la práctica política irracional en función de sus intereses, mismos intereses de su partera, con quien ha implementado un pacto que consiste en que la segunda aparece revestida de otro tipo de parafernalia, encargada de cuidar que los intereses de la gran burguesía nacional no se pongan en riesgo por acción de la creciente pobreza y reclamo popular; para esto la pequeña pone en práctica una política reformista, que hace aparecer como si fuera enemiga de su hermana mayor, a la que supuestamente denuncia, la señala como enemiga del pueblo; pero en realidad su discurso es parte de un reformismo pactado en el que ambas se comprometen a cuidar sus intereses, sus ganancias y negocios a costa de perpetuar el irracional sistema.
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