El modelo sigue manifestando su desgaste hasta límites extremos, reflejados en patologías sociales que son la expresión más concreta de la fatalidad que representan las "democracias representativas". Y las consecuencias violentan, las ya de por si alteradas, relaciones de convivencia.
La violencia social, esa identificada como "delincuencia común" es un fenómeno en constante crecimiento en todos los países latinoamericanos, en sus ciudades, en sus capitales; en las que se han formado verdaderos "getos de violencia" donde, las mismas fuerzas policiales y militares, tienen dificultad de entrar; espacios urbanos en los que la pobreza de los habitantes se manifiesta en marginación, frente a otros espacios en los que hace alegorías la sociedad de consumo. Es la más clara estampa que muestra el sistema, es la cara más visible del irracional reparto del ingreso, la cara más visible de la obra del mercado, la cara más visible de la incapacidad de la democracia representativa de construir sociedades sanas, en las que la violencia no tenga espacio para manifestarse.
¿Quienes son los violentos, los delincuentes, asesinos, sicarios, ladrones, asaltantes?...en número casi total son personas de estrato social pobre, ,marginales, sin educación, trabajo u otro beneficio personal que les permita acceder a cumplir un rol en la sociedad, generalmente son mujeres y hombres que arrastran la herencia de sus progenitores que desarrollaron su existencia en espacios donde la ley que rige es la sobrevivencia frente a un medio hostil. Son los expulsados de los "beneficios sociales", son los que "equilibran" la existencia de los sectores muy ricos, pues como un ejercicio de lógica matemática, se podría determinar que los recursos faltantes para que estos parias desarrollasen un rol constructivo en la sociedad, son esos mismos recursos acumulados en grupos pequeños, a los que les sobra lo que a los otros les falta.
Entonces se puede dictaminar que el fenómeno delincuencial, lejos de estar relacionado con patologías psicológicas, tiene vínculos directos con las condiciones de marginación y pobreza que reproduce el sistema.
La manera como enfrenta el sistema es por medio de única arma que hecha mano, y la única arma que posee: la penalización, represión, violencia; la misma que regresa multiplicada del otro lado; pues nadie con cinco dedos de frente, puede negar que mientras la policía y el ejército actúen "poniendo orden" en una sociedad de por sí desordenada, de el otro lado se opondrá otra violencia igual de irracional que actúa como efecto de lo anterior.
La pobreza material se convierte en pobreza cultural, pues mientras se cierren las puertas del templo del consumismo promocionado desde el altar de los medios de comunicación, los infieles del sistema se convierten en asesinos de su negación, en sicarios dispuestos a matar a cambio del dinero que les permita por momentos ser parte de los fieles seguidores del capital.
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