lunes, 23 de agosto de 2010

Reformismo no es Revolución


Que diferencia, digo yo, hay en este proceso político actual, con el comportamiento de las últimas tres décadas en el Ecuador. Respuesta nada.
Saltan los defensores del proceso y hacen una limitada lista de cosas que, según ellos, son novedad y que nadie más lo ha hecho antes de la llegada de Correa al poder.
La lista se limita a las consabidas políticas asistencialistas, medidas tomadas en el campo administrativo, de las leyes, integración de los discapacitados al sistema laboral, asunto por demás destacable, gratuidad de la educación, lo que no es de ninguna manera una dádiva de este gobierno, simplemente tuvo la decisión política de hacer cumplir lo que dicta la constitución, y pare de contar.
Si, tenemos que parar de contar, por que más no se puede ver. Nadie con tres dedos de frente puede pedir que el proceso a estas alturas debería haber revertido la lógica de la democracia burguesa; pero así mismo no se puede negar que el proceso derivo en un declarado reformismo con título de revolución.
Las pruebas, al canto: Poderes del Estado en manos de representantes de la burocracia burguesa que imprimen el desarrollo de la política como lo hacen sus hermanos mayores, es decir como una actividad para lograr enriquecimiento, status

-Nula participación popular en el proceso, el que se ha convertido en una especie de patrimonio de un grupo reducido de tecnócratas que piensan que revolución es cambiar un foco por otro.

-Aislamiento de la base social, esta se encuentra en situación de postración política, sometida a un adormecimiento de sus potencialidades revolucionarias.

-Propaganda exagerada de las obras, al mejor estilo de los caudillos de la derecha.

-Se mantiene la dinámica en las instituciones estatales, dinámica en la que se relega los aspectos de fondo, con el criterio de que la forma revestida de simbolismo vacío, basta.

-Divorcio total, con las excepciones del caso, del compromiso con los electores, en su mayoría afectados por las políticas económicas de la derecha.

-Política petrolera ambigua, por un lado un discurso que defiende la propiedad estatal, que va a la par con tibias iniciativas de negociaciones justas con las empresas petroleras.

-Vacío total de agitación social, agitación en el sentido de movilización constante de los sectores sociales que deberían empujar desde la cotidianidad los cambios estructurales

-Presencia de mandos altos de la derecha en el gobierno

Con lo que queda clara la orientación del proceso, al que todavía le queda posibilidades de revertir su dirección, hacia procesos verdaderamente inclusivos, procesos realmente de ruptura con la derecha neoliberal, y sobre todo, proceso que de acción, voz, y poder a la clase trabajadora, incluida en ella la diversidad de pueblos que hacen parte del Ecuador.

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