América Latina arrancó el siglo XXI con las expectativas creada por el triunfo electoral de posiciones progresistas, contestarias del capital y su sistema; posiciones mantenidas por los sectores sociales organizados bajo las consignas de justicia social y construcción de la democracia, con objetivos de aplicar un modelo incluyente, en el que los sectores populares protagonicen la dirección del Estado.
Anhelo que cumple siglos. Los pueblos de América Latina ha demostrado al resto de mundo su capacidad de mantener en alto las acciones y los objetivos a cumplir con la historia, cuando los países hermanos puedan de verdad ser los constructores de su presente y futuro.
Si preguntan ¿Entonces por que se mantienen las condiciones neocoloniales? la respuesta conduce al poder del capital nacional y transnacional, que han encadenado las economías nacionales y por consecuencia la política. En este escenario los grupos organizados han dado batalla al atropello, muchas veces victoriosos han sido víctimas de la traición, de la presión y la fuerza de sectores que esperaban de las revueltas simplemente el reacomodo de sus negocios en la geopolítica.
A pesar de los reveses, los sectores progresistas revolucionarios han mantenido su accionar, producto de esto las condiciones políticas se volvieron favorables electoralmente para que sus posiciones alcancen apoyo de bastos sectores de la sociedad, permitiendo el triunfo de programas identificados con su proyecto político.
Una vez en el poder algunos de estos gobiernos han trasmutado sus discursos y acciones posicionando un híbrido Estado que se proclama responder a los intereses de los pueblos, sin embargo de lo cual dejan intactas las relaciones de producción y de subordinación al corporativismo transnacional.
La historia da cuenta de las múltiples ocasiones en las que las victorias de los pueblos han sido secuestradas por las clases sociales pudientes, que en nombre de la democracia terminaron con los anhelos por los que la sangre de muchos corrió.
Parece que estamos en una reedición de la traición. Quienes ostentan los cargos de dirección se proclaman de izquierda, pero muchas de sus decisiones hacen la venia a la derecha, es el extraño caso de una izquierda diestra.
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