Vivir en una ciudad pequeña tiene, como todo, sus
ventajas y desventajas. No es intención de este emborronamiento de palabras
hablar sobre ellas, es intención más bien establecer algún tipo de reflexión
sobre lo que está pasando en esas ciudades pequeñas que van día a día
pareciéndose más a las ya contaminadas ciudades grandes. Y cuando nos referimos
a contaminación, claro está, pensamos en la contaminación ambiental, pero aquí
haremos alusión a otros tipos de contaminación que tienen que ver con la degradación
de los ciudadanos en manos de lo banal, lo grotesco, la legitimidad de
actividades con enorme carga de liviandad.
Es lunes, son las 6:30 de la mañana. Espero un bus
para trasladarme a una pequeña ciudad a dos horas de la capital provincial, lo
tomo en la estación cerca del mercado. A esa hora mucha gente camina entre el
frío de la mañana, en su mayoría son trabajadores de la construcción,
albañiles, vendedoras y vendedores que han llegado desde el campo,se puede ver
también jóvenes estudiantes esperando el bus, vendedores informales; los
infaltables preparadores del jugo de sábila,inmigrantes de Perú, gente amable
en el trato con sus clientes, yo uno de ellos. Entre esa mixtura de la
población del mercado por la mañana, estoy esperando el bus. Llega, me subo,
está lleno de gente que va hacia la costa. No hay mucho que elegir, me siento
en el primer espacio vacío que encuentro. Cuando estoy intentando sentirme
cómodo, llegan hasta mis oídos las notas y voces de una música estridente que
causa en mi un estado de nerviosismo (de hecho soy maniático depresivo), es una
“bachata” que suena a volumen exagerado, cuya letra repite sin parar “ Sígueme
y te sigo mami Pa' la rumba es que nos vamos Bebiendo nos olvidamos Del mal
amor que nos han causado”
Resignado a viajar dos horas escuchando este
“género musical” intento dormir, sin buen resultado, me he dedicado a ver el
paisaje por la ventana, pero la música no ayuda mucho a la inspiración. En eso
repentinamente se corta la “música”,respiro aliviado; pero oh!sorpresa se han
encendido las dos pantallas de Tv incorporadas en el bus, y nuevamente el alto
volumen reina el bus, y aparecen las escenas de una película en la que todos
los actores tienen una arma en la mano, hay gritos, persecuciones de autos,
motos que vuelan, disparos, mafia, muertes. Todo esto para un lunes a las 7:30
de mañana considero que es mucho.
Pero bueno, las dos horas han pasado, estoy
llegando a la pequeña ciudad de mi destino. Lo primero que aparece a la entrada
de la ciudad, además de la necesaria estación de combustibles, son tres
discotecas, todas pintadas con colores vivos, a esta hora de la mañana están
como muertas, cerradas, pero es fácil percibir que el fin de semana estuvieron
atestadas de jóvenes, lo delatan la cantidad de javas de cerveza que se pueden
ver en el exterior. Más allá ya por el centro de la ciudad, otras tres
discotecas más. Unas cuadras más adelante un local que anuncia ser Karaoke;
unas cuadras más se ven tres locales más de Karaokes. La conclusión que
saco es que en esta ciudad pequeña la gente baila y canta mucho. Bien está digo
para mis adentros, de alguna manera se tiene que divertir la juventud.
He llegado a mi destino, me bajo del bus y me
dirijo a tomar café en un pequeño local cercano al mercado de la ciudad. He
escogido una mesa cerca de una ventana por la que se puede mirar un valle que
se extiende abajo. Entusiasmado por esto, pregunto a mi vecino de desayuno cómo
puedo llegar hasta allá. Frente a mi pregunta a esbozado una sonrisa extraña,
como de complicidad. - ¿ Quiere irse de chongo? la pregunta suena como a
invitación. - allá es la zona de chongos, hay unas hembrotas. Si
se va ahorita, están recién llegadas, es bueno eso. Le contesto que no gracias,
que tal vez otro momento. Pero el hombre insiste y dice con cierto aire de
orgullo: “este es uno de los cantones que más chongos tiene, hay buenas
putas aquí”. Le respondo de gracias por la información, que ya veré un momento
para ir por allá.
Salgo del café. Voy al parque central. Lo que más
destaca es una movida actividad comercial. He llegado hasta una esquina donde
al paso un joven me ha saludado. Lo llamo, él se acerca, le disparo algunas
preguntas. ¿Hay una sala de cine en la ciudad? La respuesta es una risa
burlesca. ¿No existe una teatro en la ciudad? Ahora la respuesta es una risa
con manos al estómago y todo. ¿ No hay una biblioteca pública? Ahora si, mi
joven interlocutor me habla: Qué le pasa, está loco? en esta ciudad solo hay chongos,
putas, droga, karaokes y discotecas, eso es lo que
más hay. No necesitamos nada más.
Gracias, le digo. Y me reviso los bolsillos a ver
cuánto dinero tengo para aplicar en una de la diversiones ofrecidas.
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