En Ecuador acostumbrados, como estamos, a dar importancia a personajes y acontecimientos fatuos que los medios de comunicación se encargan de posicionar en nuestras mentes e imaginarios colectivos, lo que al parecer no es casual sino que responde a una estrategia de mantener a la población sumida en una atmósfera donde se respira por todos lados la intracendencia presentada en todos los medios, promoviendo un estado de anomia y de desconocimiento de los fenómenos, personajes, acontecimientos que harían de todos nosotros ciudadanos más razonables y capaces de interpretar el mundo actual desde la tribuna de la razón.
Basado en esta lamentable realidad nuestros niños y jóvenes conocen más sobre la vida de "artistas" mediocres que exparcen mensajes sexistas, racistas, que proponen estilos de vida en los que la realización personal consiste en tener una imagen ideal, un cuerpo perfecto, un estilo de vida en el que el dinero es la panacea, y lo más lamentable, una mentalidad basada en la ignorancia y lo banal, proponiendo enterrar la cabeza frente a los problemas de la humanidad, de la sociedad.
No es necesario, creo, poner ejemplos basta con encender la televisión y encontrarse con esos programas de rompen niveles de audiencia en los que unos seudo comunicadores sentados en un estudio de TV comentan sobre la vida de "famosos" conviertiendolos en personajes paradigmas de la sociedad, y la verdad es que lo son, son la máxima expresión de la descomposición social a la que nos ha llevado el capitalismo con su "cultura" de masas.
Es por esto que pocos en Ecuador conocen de la vida y de las acciones de mujeres y hombres realmente valiosos que escribieron la historia desde un humanismo que ha superado las fronteras de nuestro país.
Uno de estos personajes desconocido por la mayoría, y olvidado intencionalmente por otros, por su opción de vida entregada a las causas de la razón, es el periodista Carlos Bastidas Arguello, Guayaquileño que fue asesinado en Cuba por la dictadura de Fulgencio Batista. Carlos Bastidas que adoptó el seudónimo de Atahualpa Recio, fue uno de los periodistas que comprendía la importancia de la comunicación como un ejercicio de justicia social, viajero infatigable, estuvo en Colombia cuando derrocaron el gobierno del dictador Rojas Pinilla en 1957, en Venzuela cubriendo la caída de otro opresor como Marcos Pérez para dar a conocer al pueblo ecuatoriano de ambos acontecimientos que daban aperturas democráticas a esos dos países.
En 1958 viaja a la Habana a conocer e informar de cerca la insurrección contra la dictadura de Batista liderada por Fidel, pronto su sentimiento internacionalista y de justicia social hizo que se identifique con la causa de los alzados cumpliendo labores de periodismo para Radio rebelde.
Al regresar a la Habana con intenciones de volver a Ecuador para publicar sus reportajes, fue asesinado por agentes de la dictadura con un balazo en la cabeza.
En la semana pasada le rindieron homenaje en Cuba con la proyección de un documental sobre su vida, mientras acá en su patria es un desconocido, a pesar de representar al periodismo humanista.
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