Se ha hecho apología entre los "sesudos" intelectuales de todas las tendencias, incluidos los de la izquierda; de que la lucha por establecer un modelo diametralmente opuesto al capitalismo, ha superado la necesidad de que se lo haga por la vía armada. Esta posición nace de sectores diversos, que van desde los pacifistas a ultranza, pasa por los enemigos del socialismo, es decir la reacción; hasta quienes en algún momento hicieron parte de movimientos que aplicaron esta opción, sobre la que luego han hecho las más agudas críticas.
Mucho se ha escrito y discutido sobre la vigencia o no de la lucha armada como estrategia de liberación de los pueblos de América Latina. Los análisis parten de las experiencia vividas en varios países, en los que los grupos alzados llegaron a tener diferentes momentos y resultados de su accionar. Las experiencias se multiplicaron, en algún momento los grupos y movimientos estuvieron accionando casi en la totalidad de países en América Latina, grupos que se desarrollaron de acuerdo a las condiciones diferentes, las que hicieron que, igualmente, su composición orgánica, sus bases militantes respondan situaciones particulares.
En un momento dado de la historia la izquierda en armas derrotó a dictaduras extremadamente violentas, y de esta forma demostraron lo aplicable de la lucha armada política, que es herencia de las luchas y jornadas libradas contra el colonialismo.
Siguiendo los principios marxistas que afirman que toda la historia de la humanidad, es la historia de la lucha de clases, queda sentada una de las mayores premisas que explica el por que la violencia ha sido el motor de esta historia; y más allá, esta visión desnuda la hipócrita sentencia de que se han de lograr revoluciones por la vía pacífica en sociedades donde la existencia de clases sociales se manifiesta en medio de la más demente e irracional distribución de la riqueza.
Como los mejores profesionales de la manipulación de masas, los sectores de la derecha y la socialdemocracia en todas sus variantes, ellos que son los artífices de la violencia social propia de los países latinoamericanos, los mismos que han armado ejércitos y demás aparatos de represión a los que llaman efemisticamente "fuerza pública", que por décadas han sido el sostén de dictaduras y gobiernos violentos y corruptos; que han lanzado a los cuatro vientos la falsa imagen sobre la lucha de los pueblos en su contra, se han encargado de desvalorizar al hecho de simple de violencia hueca, la resistencia armada; de este modo afirman que el uso de la violencia es exclusiva del poder, de que las demás manifestaciones armadas son innecesarias, y publicitan el "diálogo" la "conciliación".
No hay manera de aceptar tanta mentira, mientras el poder esté en manos de quienes sustentan la injusticia social como base de su existencia, la resistencia armada estará vigente, es derecho de los pueblos, de hombre y mujeres que soportan violencia su defensa por todos los medios.
"Nuevas visiones", teorías de cambio pacífico, como aquellas que plantea el "socialismo del siglo XXI de que el cambio se hará por medio o usando la vía "democrática" o por medio de elecciones, dan muestras de presentarse débiles al momento de provocar una autentica revolución; las estructuras capitalistas de producción y la reproducción de las relaciones sociales de explotación difícilmente cambiarán en contubernio con los sectores que las sustentan; nunca por la vía pacifica los pueblos lograrán despojar del poder a quienes aplican violencia; la única vía revolucionaria es el enfrentamiento directo; por eso es que los procesos llamados socialismo del siglo XXI parecen hacer agua cuando de evidenciar un cambio revolucionario se trata, pues antes de derrumbar al poder capitalista, parece que se derrumba la vía pacífica que proponen los "socialistas" del siglo XXI.
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