Uno de los recuerdos que se han marcado mi memoria, en las pocas veces que he estado en una iglesia, es la imagen de esos perros que, no sé si por error, por aventura, por hambre o...no sé, entran al templo bastante ajenos al ritual que se desarrolla, dan unas cuantas vueltas, siempre sin mirar hacia el altar, tampoco a las personas que llenan la iglesia; luego parece ser que algo los mueve para abandonar el lugar muy de prisa.
No sé que ideas tendrán las demás personas sobre estas visitas furtivas de los canes callejeros a la iglesia, personalmente me dejan un profunda lección de sabiduría, pues deduzco que su instinto es lo bastante desarrollado como darse cuenta que dentro de la iglesia navega en la atmósfera un falso estado espiritual; por ello, me digo, regresan a la libertad de la calle donde vuelven a ser ellos mismos.
Esta imagen viene hasta mi, por que no encontraba otra para establecer una comparación con lo sucedido con algunos movimientos políticos, cuadros de la izquierda, dirigentes populares y otros que en un principio hicieron parte del proyecto político de Alianza País (AP).
En tiempos de campaña, ante la amenaza de un triunfo del magnate bananero Noboa, que con sus muchos millones estuvo a punto de comprar la presidencia de la república, se hizo necesario que las fuerzas progresistas empujaran la candidatura de Correa, y más aún con el programa mostrado por los ideólogos de la campaña, muchos plegaron al apoyo. Las expectativas eran las mejores; la presencia de variadas personas relacionadas con el pensamiento y la práctica revolucionaria, hacían creer que el momento de sentar las bases de un cambio por la vía electoral era posible.
Pero por otro lado, igualmente se hacían evidentes las contradicciones para que esta esperanza pueda ser verdaderamente concreta. La primera era escuchar de que la revolución planteada tenía un carácter socialista, muchos sabían que eso era simple entusiasmo "revolucionario"; ninguna revolución de carácter socialista puede tener como punto de partida la formación de un movimiento político de la nada; y aquí es necesario aclarar que me refiero específicamente al movimiento oficial AP ; la aclaración es para recalcar que la llegada de Correa al poder es producto de décadas de actividad y lucha, de los sectores populares en el Ecuador, tiempo en el cual fue calando profundo en la consciencia de las mayorías la necesidad de la alternativa de un gobierno identificado con la izquierda. Lo otro es lo señalado, nunca fuimos, algunos sí, tan ingenuos como para pretender que la elección de Correa significaba per se un proceso revolucionario; sin embargo la expectativa estaba ahí y había que darle tiempo.
Una vez ganada la elección, Correa y su movimiento comenzaron por reciclar políticos de derecha, de la socialdemocracia, y otros profesionales de la falsa política; mientras ponía límites a los miembros más identificados con la radicalización de la propuesta, quienes poco a poco se alejaron del gobierno. Lo mismo sucedió con los sectores de indígenas, de campesinos, que ahora hacen parte de los detractores de las políticas gubernamentales especialmente de recursos naturales y explotación minera, entre otros temas.
De esta manera se da una situación en la que la tecnocracia ha construido un templo, en el que solamente caben quienes hacen profesión de fe de una política sin ideología definida, pues quienes intentan influenciar, sugerir, plantear el debate sobre la necesaria definición ideológica y práctica que constituyan de verdad un proceso de apoyo al desarrollo y construcción de la organización popular, son perros a los que no dejan siquiera ladrar.
Es por eso que quienes se han desencantado del proceso, abandonan el templo a sabiendas de que en el ambiente levita la contrarevolución.
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