El 5 de junio de 1895 Ecuador marcó el fin de una etapa política dominada por las fuerzas oscurantistas, de la élites conservadoras, aupadas por una clase terrateniente, que junto con la iglesia, gobernaron manteniendo las estructuras sociales heredadas de la Colonia.
Los sucesivos gobiernos, luego de la fundación de la república, marcaron una realidad política y social, en la que los grupos oligárquicos, del credo, militares, se juntaron para instaurar las que serían las bases del modelo expoliador de la clase trabajadora; de violencia contra el campesinado y los indígenas; y la institucionalización de un Estado racista y marginante. Para lograr todo esto, usaron los recursos apropiados, robados, de todo el pueblo; usaron la fuerza, la violencia, y quizá la arma más efectiva: la religión católica, funesta herencia colonial.
Pero como en toda la historia de la humanidad, los pueblos han sabido reaccionar frente a los sus verdugos, y eso sucedió con el pueblo ecuatoriano, heredero de las luchas anticolonialistas, de las luchas de nuestros padres en rebeldía como Fernando Daquilema, Lorenza Abimañay; y miles de mujeres y hombres que combatieron las tiranías de turno.
Para el caso, de la Revolución Liberal, combatió contra las estructuras de un Estado anacrónico, varado en la historia; y es que las nuevas condiciones de desarrollo de las fuerzas productivas y de la relaciones de producción, que iban de la mano con el desarrollo vertiginoso del comercio mundial, demandaban nuevas condiciones políticas para su desarrollo; a esto es lo que ha dado en llamar las revoluciones burguesas, ya señaladas en los estudios de Marx, como parte del desarrollo de las sociedades que se sacaban de encima al feudalismo.
Pero la lucha, la fuerza, el horizonte del pueblo, su mirada colectiva se posaba más allá, pues frente a la situación, su empresa revolucionaria, en un momento rebasó las limitaciones de una revolución burguesa, y los objetivos derivaron en una revolución popular, con tintes libertarios, con sabor a conquistas sociales de los grupos desheredados; y esto estaba demostrado en la participación mayoritaria de los campesinos, de los jóvenes intelectuales, de los montubios, de las mujeres usurpadas por una sociedad conservadora.
Los ejércitos liberales dieron lucha continua a las fuerzas conservadoras, a lo largo y ancho de la geografía, las batallas se sucedieron, ahí entregaron la vida mujeres y hombres de los campos, de las ciudades al mando del General Eloy Alfaro, de valiosos jóvenes como Luis Vargas Torres, y miles de patriotas anónimos que forjaban un país con justicia social.
Pero los usurpadores de la lucha acechaban, listos a confiscar la lucha de estos visionarios. Eso fue lo que sucedió, la Revolución Liberal, fue traicionada, la anhelada justicia social quedó hipotecada frente a los intereses de las clases nacientes, como los grandes comerciantes que pasaron, junto con la vieja y naciente burguesía, a gobernar y a sentar las bases de un incipiente capitalismo, nuevo verdugo de los pueblos del Ecuador.
Hoy 115 años después la causa de los liberales libertarios con conciencia social, sigue vigente, sus sueños son los mismos. Ahora rememoramos la memoria del Viejo luchador, Alfaro, de su ejército campesino que entregó la sangre de los mejores hijos de esta patria, y que ahora son ejemplo de la resistencia popular anticapitalista.
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