Lo único que funciona, viento en popa, en esta situación de re-acomodo de los sectores de la pequeña y gran burguesía, es el crecimiento de la burocracia tecnócrata, es lo más representativo, lo que más destaca el proceso político denominado "revolución ciudadana".
Supuestamente una de las más caras ambiciones del actual gobierno era una reestructuración de la podrida institucionalidad estatal; fue bandera electoral la promesa de dejar atrás las aberrantes prácticas burocráticas, que han sido la cara más visible de la democracia burguesa; para en su lugar imponer un modelo de participación de los sectores ajenos completamente a esta realidad. Pero hasta ahora no hay siquiera síntomas de que dicha situación muestre cambios, a lo mucho lo que ha sucedido es un recambio de fichas, pero para nada se puede afirmar que existan variaciones de fondo.
La muestra de esto es la nula capacidad dentro de las instituciones estatales y otras de carácter político y social, en las que muy al contrario se reedita el modelo clientelar, en el que caben todas las expresiones identificadas con lo conocido, es decir se mantiene la estructura de un Estado que multiplica las diferencias, en cuanto tiene que ver con los derechos políticos de la población.
Es en este aspecto, sin dejar de considerar lo acontecido con la constancia de inequidad en el reparto de la riqueza material, es en el que se hace más evidente el carácter político del proceso actual, pues la participación política y los derechos emanados de ella, en la situación presente promovida desde el gobierno de la "revolución ciudadana", configuran de cuerpo entero el asalto premeditado de los espacios de decisión política, por parte de sectores ajenos al programa de los pueblos del Ecuador, es decir del programa de la izquierda revolucionaria.
Muy bien planificada ha sido esta estrategia. Como siempre, la historia se repite, pues quienes han secuestrado, se mantienen, y defiende a dentelladas sus nuevos privilegios, lo hacen usurpando un discurso que les es ajeno, usurpando un momento histórico que pertenece al pueblo, en nombre de quien concretan el asalto, que en última instancia es el robo de las esperanzas de millones de mujeres, hombres, niños..., por los que desde tiempos inmemoriales, se levantan las banderas de la lucha popular.
Con el paso del tiempo la estrategia de la contrarevolución, esa máquina que trabaja bajo el único objetivo de impedir el desarrollo de la lucha, organización y toma del poder por parte de los pueblos del Ecuador, se va perfeccionando, mientras cunde una sensación desmovilizadora promovida desde el gobierno que ha desmantelado lo poco que quedaba de las organizaciones sociales.
Con esto el gobierno y sus acólitos suman puntos a su favor, mientras la burguesía agazapada aplaude discretamente el accionar de sus aprendices, pues de una u otra manera comparten el botín del asalto, son copartícipes de esta guerra no declarada contra los intereses de la revolución; mientras ante los medios de comunicación aparentan mantener un conflicto de intereses.
El presidente Correa, sale del país, abandera, supuestamente, la causa de los sectores empobrecidos, la causa de la soberanía; acude a reuniones, en las que el simbolismo del llamado socialismo del siglo XXI, hace de marco de sus declaraciones "soberanas", pero casa adentro su gobierno actúa en concordancia con los intereses de la burguesía nacional y con las demandas de las corporaciones internacionales, a quienes hace el juego para el desarrollo de una nueva etapa de explotación de los recursos no renovables; y a la par multiplica una burocracia tecnócrata que se encarga de negar los derechos políticos a los sectores que empujan y demandan una verdadera revolución.
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