martes, 17 de agosto de 2010

La fiesta de la pluma


Después de mirar, entrecortadamente, las noticias de la semana, esperándo almacenar información para poner tema a un nuevo artículo, y llegado el momento de ponerse a la tarea de escribir, de pronto se presenta inmaterial la esencia misma de la naturaleza de escribir, de una manera tan díafana y efímera que escapa a mi pobre nivel de conceptualización para aprenderla e interiorizarla de manera constante.
Lo que queda de ese destello, es la certeza de que la capacidad de comunicación hace parte de esos inventos que son parte del patrimonio de los pueblos. Como patrimonio le corresponde una tarea de construcción, de liberación, de constante innovación, en complicidad con el misterio que lleva en si misma la actividad de la comunicación escrita.
De lectores nos suele suceder el ejercicio de tratar de comprender la fuerza interior que hizo de motor para un escritor, cuya obra nos conmueve; y quedamos enredados en ese esfuerzo mezclado con deleite espiritual en el que se develaron las realidades en el mundo de las letras.
Para los revolucionarios, el oficio tiene más profundidad cuando, por su naturaleza, está ligada, encarnada, en la esencia de la justicia social.
Quienes han usado el oficio para degradar la realidad, para desarrollar la empresa de la destrucción, instaurar el reino de la mentira, han logrado en su momento el monopolio de la palabra, pero un monopolio de forma, por que en esencia la palabra es y será parte de quienes construyen le mundo. Más aún en tiempos de violencia irracional, desde todos los rincones del planeta el oficio recrea continuamente la génesis de su naturaleza, al revelar la perenne razón de la comunicación.
La fugacidad con la que se hizo presente esta clara realidad, me ha dejado con las fuerzas renovadas para hacer uso de la palabra como medio de lanzar al espacio los demonios que la encarcelan dentro de nosotros mismos arrastrados por el aire sintético que respiramos gracias al capitalismo.
Pero esta fiesta en medio de la resistencia, acerca cada vez más el tiempo en el que el mundo renovado, revolucionado, recoja de la naturaleza la savia de la palabra.

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