lunes, 10 de enero de 2011

Reformismo: ¿vuelta sin retorno?


La corriente es vasta en el continente. En muchos de los casos son poder político, y con el paso de los años se han transformado en poder económico, trepándo en la pirámide social, dejando sin efecto los principios identificados con el rompimiento del sistema.
A pesar de mantener un claro bloque en la política internacional en la que actúan de acuerdo al principio fundamental de autodeterminación, al mismo tiempo hipotecan los recursos naturales a transnacionales de diverso color y origen; al mismo tiempo que hacen proclamas socialistas, mantienen políticas contra la clase trabajadora, y en general la estructura del capital se mantiene en su esencia, mientras en lo político no cuaja un movimiento de carácter popular capaz de mostrar organización, fortaleza y consecuencia con los principios.
Cada caso muestra sus particularidades, pero coinciden en reproducir prácticas políticas contrarias a un proceso revolucionario, proceso llamado revolucionario, que para el caso es producto de triunfos dentro del sistema electoral burgués, lo que de hecho marca su carácter, su dirección e identificación de clase.
La masa de votantes que se identificaron con la propuestas representan a los sectores pobres, marginales del sistema, desempleados, subempleados, jóvenes, amas de casa, campesinos y un gran sector de las nacionalidades indígenas; a más de intelectuales y tecnócratas de la socialdemocracia que se cambiaron de carril después de la inocultable destrucción de la democracia en manos de la derecha.
Era la el momento de "humanizar" el capitalismo; pronto los teóricos paridos del capital elaboraron la "vuelta sin retorno"en la sencillamente aceptan la posibilidad de que la organización de la democracia subordinada al mercado, es la única vía de desarrollo mundial. Para esto hay que pasar por alto la otra posibilidad de un modelo diametralmente opuesto que racionalice las variables económicas e incluso que trasgreda completamente la lógica del capital.
Cuando hablan de revolución pacífica, implícitamente están firmando la capitulación frente a los explotadores, parece que una vez más la historia da la razón a Lenin cuando advertía sobre el papel detractor del parlamentarismo, dejando claro que los explotados tienen la obligación de enfrentar al poder como forma de implantar nuevas estructuras, en las que sean protagonistas las organizaciones sociales, fundadas al calor de la lucha, es decir en la construcción de la revolución.
Tomando en cuenta estos dos puntos para el debate, se podría plantear la posibilidad de que los gobiernos de carácter social en América Latina, guardando sus diferencias, parecen agotar la cuerda electoral, la base de votantes anónimos, muchos de ellos desencantados, al mismo tiempo que se afianza un apoyo de la pequeña burguesía que ve en estos gobiernos la puerta cerrada para una revolución de carácter popular.
Con estas particularidades salen a pregonar las virtudes de la vía pacifica para un cambio radical, vendiendo la idea de procesos que tienden a profundizarse, lo cual no sucede si no en menor grado en la política social de algunos gobiernos, que siguen viendo la pobreza como el espacio para promocionar sus movimientos electoreros, mostrando un paternalismo propio de la mejor derecha neoliberal.
La muletilla hasta ahora les funciona, pues han logrado que las masas pasen a fila de espera de las bondades de Estados que reparten los recursos fiscales en políticas sociales asistencialistas, mientras la burguesía sigue lucrando de la explotación a los trabajadores.
Este reformismo entonces parece ser una temprana re edición del conocido "Fin de la historia", frente a lo cual quedan las acciones de la resistencia activa, a lo ancho y largo de América Latina.








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