martes, 12 de mayo de 2015

Crónica de un sábado

Caminar por cualquier ciudad de América latina siempre será una aventura que depara sorpresas, en cualquier esquina puede aparecer una estampa viva de realismo mágico que nos deje desconcertados, sin saber si lo experimentado hace parte de la realidad o es simplemente una proyección de nuestras fantasías o pesadillas intersubjetivas.
Me sucedió hoy, caminándo por la ciudad en sábado, todo sábado tiene esa particularidad de sábado, la gente está un poco distendida, ricos y pobres saben que es sábado, por supuesto para los que tienen capacidad de llevar más dinero en los bolsillos, un sábado puede significar un día de dispendio; para los pobres de los pobres significa un día de trabajo, un día de oportunidad de vencer a las necesidades mareriales; para mi significó un día de escapar del encierro de la semana entre palabras y más palabras; pero me queda la certeza que para todos es sábado, con el peculiar sabor de sábado.
Y ahí estaba la realidad, frente a mis ojos, como diciéndome ella misma que no es realidad, pero que sí lo es, que es una in-realidad real, un sueño o pesadilla en realidad, un soplo de abyecta fantasía en concreto. El protagonista un ser humano coronado por la necesidad, el escenario un barrio de clase alta lleno de restaurantes "caros"; el libreto el siguente:
Llega nuestro humano transhumante con su casa en las espaldad, es literal esta imagen, el hombre llevaba todas su pertenencias a sus espaldas a manera de un caracol, llega, decíamos, hasta mi ángulo de visión, el público, es decir yo, estoy sentado en una jardinera pública pensando en mis desventuras humanas, cuando el humano transhumante entra en mi campo de visión, mis pensamientos se han ido en fuga y se ha instalado en mi una familiaridad con el humano. Lo sigo y la sorpresa, la realidad in-realidad empieza a tejer su historia. En un momento el humano transhumante observa un perro callejero que a golpe de gritos y patadas es explusado de la puerta de uno de los restaurantes, se produce en mi una asociación entre ellos, y para mi sorpresa no me equivioco, ahora el humano transhumante ha bajado su "alacena" de sus espaldas, ha extraído un pan añejo, y le ha brindado con todo amor al perro. He de decir que un nudo en la garganta me extranguló por varios segundos, y he de reconocer que me asaltó la necesidad de contar con un grupo de 50 personas para saquear aquel restaurante donde unas 40 personas eran ajenas a tan noble acontecimiento.

No hay comentarios: