sábado, 6 de agosto de 2011

Cambiar todo...para que todo siga igual

La última tragicomedia en la Asamblea Nacional deja al descubierto algunas de las líneas generales del verdadero momento político que vivimos en el país. Momento político en el que la correlación de fuerzas marca posiciones bien definidas en la expresión de la lucha de clases que se da en el Ecuador.
En el escenario nada es nuevo, los actores los mismo, el argumento peca de repetitivo...¿Entonces por que se insiste en cambio, en revolución?...la respuesta regresa al mismo sitio de las razones històricas de la explotación al trabajador en medio de un sistema perpetuado por sus verdugos, la respuesta está en la necesidad de blanquear los sepulcros para hacer aparecer ante los ojos el engaño como camino común, al final los sectores de la burguesía nacional tienen el ejercicio de la política como espectáculo, que hasta ahora les ha garantizado el llevar adelante su proyecto excluyente.

La elección de Fernando Cordero como presidente de la Asamblea Nacional es la mejor prueba de la alianza intrinseca entre los sectores de la burguesía que actúan en la política, por un lado los afines al gobierno, que desde el inicio del proceso dejaron en claro su esencia eminentemente reformista, que apunta a mantener las condiciones de subordinación de los sectores populares, bajo un discurso de cambio que ha sido muletilla usada por todos los gobiernos desde la instauración de la república, cuando los sectores del poder económico en contubernio con la iglesía desmantelaron el proyecto popular de la independencia, y acomodaron sus más egoístas intereses por sobre la necesidad de construir un proyecto de país incluyente, donde en última instancia venían a ser ellos los que debieron subordinarce al supuesto nuevo orden después de la independencia.

En la práctica política de la burguesía lo de forma es lo sustancial, lo de fondo simplemente se reduce a mantener a toda costa sus espacios en el decadente Estado burgués; en la práctica política burguesa la negociación es la expresión máxima que demuestra que quienes actuán en la institucionalidad son la manifestación de la simplicidad, y a la vez son lo más detestable de su condición de clase en el objetivo de escalar el escalafón de la piramide social, mostrandose para el público testigo de la tragicomedia que día a día reeditan; la negociación es la concreción del asalto a los intereses del pueblo, las dádivas, el dinero, los puestos burocráticos, el silencio cómplice...son perlas del collar con el que estrangulan las aspiraciones de los más pobres que habitan este espacio donde la democracia se reduce a la exposión de los conflictos de intereses de los enemigos de la revolución.

Al pueblo ecuatoriano el cuento le resulta más que conocido, más su capacidad de reacción parece estar secuestrada, como obnubilada, por la necesidad inmediata de sobrevivir en un medio en el que sus intereses son tomados como el supuesto centro de disputa de los sectores políticos que dicen representarlo, al final el desencanto es a la vez signo de decadencia y resurgimiento, pues mientras más putrefacción muestra la polìtica y sus espacios "legales", màs la organización y la certeza de la necesidad de destruir el viejo sistema político toma impulso en las entrañas de los pueblos.

La consigna de la burguesía es esa, la de cambiar todo, para que todo siga igual; la del pueblo y los revolucionarios es la de destruir todo, para que nada siga igual.






No hay comentarios: